10.08.2012

Más de una forma de ser una princesa

[Publicado originalmente en el blog sentiido]


Hay pocas formas de felicidad más populares que los huevos de chocolate “Kinder Sorpresa”, que contienen en su interior un dinosaurio de plástico, un pitufo, un pequeño submarino, un avión o una locomotora, o muchas otras figuras para armar. Son tan populares que en los últimos años se han convertido, para muchos, en verdaderos objetos de culto, y seguramente todo el mundo conoce a algún coleccionista amateur más interesado en la “sorpresa” dentro del huevo que en el chocolate que la rodea. (En el 2004, Kinder Sorpresa celebró sus treinta años con una exposición en el Museo de Artes Decorativas de Fráncfort del Meno, y desde hace un tiempo existe en la ciudad danesa de Farö un museo que guarda un par de miles de las figuras que los huevos contienen.)

Hace un par de meses, los directivos de Ferrero, la compañía dueña de la marca, decidieron poner fin a la desatención a la que, en su opinión, su público femenino había estado condenado hasta ahora, lanzando primero al mercado una nueva serie de huevos “sólo para chicas”. La campaña publicitaria alemana, que explota la combinación de diversos tonos de rosado, adopta como imagen corporativa a una sonriente hada pelirroja en minifalda, de ojos grandes y radiantes, y un tanto subalimentada. Según informa la propaganda, uno de cada siete huevos (las razones para esta proporción son aún desconocidas) contiene la figura del hada madrina. La nueva idea habrá de contribuir sin duda a la alegría de cientos de pequeñas consumidoras y de cualquier cantidad de coleccionistas de inutilidades.



No es fácil ser una princesa

Aprovechando lo fructífera que resulta esta mezcla de pequeñas consumidoras e inutilidad, el pasado septiembre se inauguró en Munich ‘Monaco Princesse’, el primer salón de belleza para niñas entre cinco y quince años en Alemania. Una nota publicitaria reflexiona: “Como sabemos gracias a muchas películas, la vida de las princesas no es nada fácil”, razón por la cual no sorprende que “cuando el salón abrió sus puertas, el júbilo haya sido enorme”. Kerstin Kobus, la dueña del salón (ella misma una princesa rubia –si bien algo entrada en años– de ojos grandes y radiantes), explica que ‘Monaco Princesse’ ofrece todas las aplicaciones de belleza que las mujeres adultas conocen, y desea introducir a las chicas, “de modo inofensivo y sin embargo con mucho estilo”, en el uso y la aplicación de productos cosméticos. La motivación humanitaria detrás del salón de belleza infantil es, según aclara la grande dame, preparar a las niñas “para el posterior ‘ser mujer’”. Y añade que aquella preparación se lleva a cabo “de forma lúdica y profesional”.

Esta temprana construcción social de lo que significa ‘ser mujer’, en boga desde hace un buen tiempo o como sostienen diferentes expertas y expertos: desde siempre, no es un tema relacionado únicamente con el tema de género. Se trata, claro está, también de la construcción del consumidor perfecto. En los Estados Unidos, las niñas entre ocho y doce años constituyen el mercado de más rápido crecimiento en el campo de los cosméticos. Como informa el blog de economía SmartMoney, mensualmente se gastan 24 millones de dólares en productos de belleza infantiles. Lo que hace que la clientela infantil femenina sea extraordinariamente atractiva para todo aquel que tenga, como los creativos de Ferrero o la princesa de Munich, una ‘gran idea’. Así, por ejemplo, la multinacional estadounidense Walmart anunció en 2011 el lanzamiento de “GeoGirl”, una línea de 69 productos cosméticos para niñas menores de doce años, que incluye exfoliantes, máscara, rímel y otra serie de argamasas de denominaciones ignoradas por el autor de esta nota.)

“Bellas, pasivas y obsesionadas con las compras”

Las críticas a este tipo de iniciativas son prácticamente infinitas. Van desde perspicaces declaraciones de especialistas, por ejemplo el diagnóstico genialmente obvio de la ‘sexóloga’ estadounidense Logan Levkoff: “Estamos criando una generación más de niñas que miden su valor personal a partir de su apariencia”, hasta propuestas algo más contundentes, como la pedagogía unisex o la campaña de la neutralidad de género en Suecia, que incluye, entre otros, el desmonte delas imágenes tradicionales en la publicidad para juguetes infantiles –muñecas y cocinas para las niñas, coches para los niños– o la fascinante y sin embargo polémica propuesta de incluir un pronombre neutral en el idioma).

En Alemania, los huevos-sorpresa “solo para niñas” de Ferrero y el “paraíso para princesas” de Monaco Princesse causaron en las semanas pasadas algo de revuelo mediático. La reacción más interesante, sin embargo, no proviene de los medios, sino de un grupo de madres y padres preocupados – académicos, pedagogos, redactores, trabajadores sociales– que, preocupados por lo que llaman la “rosificación” de la niñez (en alemán: “Pinkifizierung”, en inglés: “pinkification”), lanzaron la página web pinkstinks.de. “Pinkstinks”, que surgió originalmente en el año 2009 en Inglaterra (pinkstinks.org.uk), tiene como objetivo denunciar los mensajes nocivos que bombardean a las niñas a través de juguetes, ropa y los medios de comunicación.

Según sus creadores, gran parte del mercado de productos infantiles se enfoca en una imagen de las 'chicas perfectas' (y por ende de las 'mujeres perfectas') con virtudes bastante concretas: “bellas, pasivas y obsesionadas con las compras, la moda y los cosméticos”. Imagen esta que, según argumentan, “promueve una definición peligrosa de lo que significa ser una chica”. Un breve video –que a pesar de ser un tanto rudimentario, muestra bien el siniestro bombardeo rosado e idiotizante que Pinkstinks denuncia– comunica el mensaje fundamental de la iniciativa: “Hay más de una forma de ser una chica” (There's more than one way to be a girl).



Claramente, la batalla que “Pinkstinks” tiene por delante no es en primera instancia una guerra del color. Y es de suponer (o es de esperar) que los iniciadores de la campaña están dispuestos a conceder que cada uno se ponga el color que le venga en gana. Se trata de una batalla contra un perfil simplista de lo que significa 'ser mujer' (y, en la medida en que reduce radicalmente las virtudes que supuestamente definen 'lo femenino', también es un perfil insultante): un individuo de formas y pestañas perfectas, interesado primordialmente en lo que las revistas y los blogs de moda determinen como adecuado. Ahora bien, que una mujer también sea, o quiera ser eso, no parece ser lo verdaderamente preocupante (al autor de esta nota, a decir verdad, no le parece en absoluto preocupante). El problema es que sea, quiera ser, o esté obligada a ser, solamente eso – y que sea bombardeada desde los cinco años y por todos los flancos con imágenes que le indican que va por el camino correcto si se pone estos o aquellos zapatos.

Hay un cierto tono dogmático y normativo en las campañas de “Pinkstinks” (una de ellas, “Pinkstinks Approved”, decide básicamente qué productos pueden comprar los padres responsables y qué productos no). ¿Es este tono realmente inevitable en iniciativas de este tipo? Aquí, esa pregunta queda por el momento abierta. Como sea, teniendo en mente lo siniestro de ocurrencias como Monaco Princesse, “Pinktstinks”, con su creencia en que si “reconocemos y celebramos que hay más de una forma de ser una chica, los beneficios para los niños y la sociedad entera serán”, es una idea más que bienvenida.